viernes, 27 de noviembre de 2009

Heroin Chic



No le echo la culpa de mi enfermedad a los medios. Pero supongo que algo tienen que ver. ¿Por qué, cuando tenía 12 años, apuntaba mi peso todos los días en mi diario? ¿Por qué creía que era demasiado (entre 52 y 54)? ¿Por qué no envidio las curvas estupendas que poseía Marilyn Monroe? Sí, nos lo meten por los ojos: “Niña, tienes que estar delgada. Si estás delgada, todos te querrán. El aspecto externo es lo que cuenta a primeras, y si no causas buena impresión no se te dará la oportunidad de darte a conocer más profundamente. Niña, deja de comer.” ¿Por qué, cuando tenía 10 años, me daba golpes en los muslos y lloraba poque, horror de los horrores, estaba GORDA? ¿Por qué tuve, a los 13 años, la magnífica idea de vomitar? Mirad la campaña de U de Adolfo Dominguez, The Music Collection. ¿Envidiáis a la chica? Pues está DEMASIADO delgada. Y sí, yo también la envidio.








Años 90.
La belleza se vuelve pálida, muy delgada, en extremo, frágil. Las ojeras se conviertien en institución. Ya ni siquiera es necesario pintarse, sólo delinearse los ojos. Una nueva tendencia que algunos no entienden. ¿Top model? ¿Modelo a seguir, algo que roza (por no decir que se hunde en ella) la anorexia? Antes las supermodelos eran mujeres con mayúsculas: piel bellísima, pelo largo, curvas increíbles. Ahora son palos altos, con aspecto a lo Ewan McGregoren en Trainspotting. Es el Heroin Chic. Es Kate Moss para CK. Es Corinne Day. Es Jaime King heroinómana. Fotografías que nos presentan un ser andrógino aunque con rostro angelical sobre un sillón sucio y con cara de hambre. Glamour en las drogas.
“is not creative. It’s destructive. It’s not beautiful. It is ugly. And this is not about art. It’s about life and death. And glorifying death is not good for any society.” Bill Clinton.
Es la muerte.










Mi entrada anterior fue muy deprimente, angustiosa, pesimista y preocupante, lo sé. Me he quedado de piedra con los comentarios que recibí. La verdad es que sois unos soles, y he empezado a quereros a algunas tanto como se puede llegar a querer a alguien con el que se mantiene una relación de estas características. No os preocupéis demasiado: sí, estoy mal bastante, pero tengo días y momentos. Esta semana ha sido muy difícil pero he conseguido alimentarme, que ya es algo. Sigo creyendo que puedo curarme.
Me gustaría mencionar aquí a Bea, porque no tienes blog y no puedo contestarte, como a las otras. Si quieres puedes dejarme una dirección de correo y así tomaré contacto contigo.

Un beso enorme, y de todo corazón, para vosotras, compañeras.

sábado, 21 de noviembre de 2009

¿Qué toca hoy? ¿Ana o Mia?

CAPÍTULO I: ANOREXIA
Viernes por la noche.
Voy a una cena con motivo del cumpleaños de un amigo. Durante todo el día sólo he comido media manzana y un plato de espinacas sin nada (ni sal ni aceite) porque puede que ahora "me pase". Llevo un mes sin ver a nadie (a excepción de mis compañeras de piso y mi novio) y no soy capaz de mantener una conversación, así que decido beber alcohol. A mi derecha está una chica muy simpática y muy gorda con la que no me llevo mucho; y a mi izquierda está un chico anoréxico y bulímico (durante los cinco días que duró el festival al que fui este verano sólo comió UN plato de caldo y se pasó las horas bebiendo y vomitando borracho. Tiene que comprarse los pantalones en tiendas de chicas porque no los hay de su talla para hombre). En la mesa hay aceitunas, salchichón, queso, mortadela y empanada. Tengo un nudo en la garganta y no soy capaz de comer, así que me sirvo cerveza y enciendo un cigarrillo. Cuando me lo acabo cojo una aceituna y la chupo durante quince minutos. Traen croquetas. El de mi izquierda se decanta por la bulimia y come, come, come. Traen tortilla. Me sirvo un trozo del tamaño de una cajetilla de tabaco y lo mordisqueo durante la siguiente media hora. Bebo vino con gaseosa. Traen gambas. Fumo otro cigarro. Estoy más suelta y hablo con mis compañeros de mesa. El chico de al lado se levanta y va al baño. Me siento orgullosa por no tener que hacerlo yo también.


INTERLUDIO
Sábado por la mañana.
Una amiga se quedó a dormir en mi piso y nos pasamos toda la mañana viendo fotos y escuchando música. Hablamos sobre la locura y llegamos a la conclusión de que es un término que designa a la gente que piensa y actúa de forma diferente a la mayoría. No quiero que se vaya porque si lo hace tendré que comer. Se va a las 2.

CAPÍTULO II: BULIMIA
Sábado al mediodía.
Bajo al supermercado para comprar pan. Compro pan, dos napolitanas de jamón y queso, una caja de donuts y una bolsa de patatas fritas. Las cajeras ya me conocen. Supongo que piensan que soy bulímica, o que soy de esas chicas que pueden comer lo que se les antoje porque no engordan. Vuelvo al piso y me siento en el sofá a leer. Me como una napolitana. La bolsa de patatas. La otra napolitana. Tres donuts. Me doy cuenta de que si no me apresuro voy a perder el autobús para irme a casa. Voy a vomitar pero me resulta extrañamente difícil. Y es que no he bebido agua. Me desespero porque tengo prisa y no soy capaz de echarlo todo. Me voy corriendo a coger el bus. Cuando llego está arrancando y se va. Me echo a llorar, me dan temblores, está lloviendo y estoy mareada por la carrera. Me voy sollozando sin importarme que me vean, total, la calle está casi desierta. Me apoyo en una cornisa y vomito lo que antes no había podido. Me voy al piso llorando. Enciendo la tele y me como un donut. Cojo la barra de pan y me la como untada con mantequilla. Esta vez sí bebo agua y vomito sin problema. Estoy muy nerviosa y me tomo un antidepresivo de los que me recetaron. Limpio el baño, huele a algo raro, entre vómito y lejía. Decido no probar bocado en todo el día.



Me pesé. 44.2 con ropa. Creo que estoy peor que nunca, más enferma, más chalada, más delgada, más pálida. Me gustaría que me internaran.

martes, 10 de noviembre de 2009

Yo y mis palillos articulados (o el deseo de un proyecto que trato de evitar)










Han terminado por implantarme en la cabeza que las piernas de una mujer (y quizá también las de un hombre) deben ser dos palillos. Cuando la gente las vea han de pensar "esa chica se va a romper", pero los dos palillos se alejarán a un paso seguro y armonioso portando los huesos de alguien que más arriba sonreirá y se sentirá orgullosa de sí misma.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Fragmentos del pasado, presente y futuro





Aquella noche soñé que estaba gorda. Me suicidé. Me desperté, y estaba gorda. Ahora sigo suicidándome.
22/10/09

Cuando los pensamientos amenazan con hacerse grandes y asaltar absolutamente todos los estados de tu mente, cuando quieren salir por todos los orificios de tu cabeza, cuando lloras pero no se acaban y siguen manando, cuando gritas pero se hacen más altos y los escuchas con todavía más fuerza, cuando entonces desees la muerte, recurre al dolor. Sólo el mareo, la inconsciencia, la sangre, el escozor, te calmarán. Si tienes miedo antes de hacerlo, aún estás vivo.

14/10/09



En momentos de angustia la fuerza es descomunal. Yo lo creo. No tengo fuerzas, casi no puedo con mi propio peso, pero me clavé las uñas en la frente hasta hacerla sangrar. Si intento eso porque sí, sin estar inmersa en mi desesperación, no seré capaz. Pero en aquel momento corté mi piel sin necesidad de ningún instrumento externo. Cuando sentí que el dolor físico estaba empezando a calmar el dolor mental, fue un gran alivio. Ya podía dejar de dañarme. Me escocía. Lo sentía, pero no pensé que me había llegado a cortar, que estaba sangrando. Me toqué las marcas, y me acosté tranquila. Estaba a oscuras. Me desperté por la mañana, me levanté, fui al baño. Me dolía la frente. En el espejo vi los cortes, como si me hubieran puesto una corona de espinas. He de admitir que me sentí orgullosa de mí misma. ¿Por qué exactamente? Sólo puedo encogerme de hombros. Pero las marcas estaban ahí, me las había hecho yo, con las uñas. Ahora el problema era otro: ¿cómo esconder estas marcas? Algunas estaban tan arriba que no se veían si no recogía el pelo hacia atrás. Otras estaban casi en el centro, así que, como no tengo flequillo, me fue imposible esconderlas. Por momentos lucí orgullosa mis arañazos. Y cuando me preguntaron qué me había pasado contesté restándole importancia que me había rabuñado sin querer.

26/10/09