sábado, 24 de abril de 2010

Sigo aquí











Siento muchísimo no haberme pasado por aquí... Sobre todo al llegar y ver la de comentarios preguntando por mi paradero. Estoy bien, mucho mejor que antes, de verdad. Creo que necesitaba desconectar durante un tiempo y olvidarme en parte de mi faceta para joder mi propia vida... y bueno, de eso trata mi blog. De todas formas se está convirtiendo en el diario de una recuperación.

Por otra parte ya tenía ganas de hablar sobre los cambios que se están produciendo, muy lentamente, en mi vida.
Volví a vomitar, en cuanto bajan la guardia, lo hago. De todas formas la guardia es bajada en muy contadas ocasiones. Sí, sé que no debo hacerlo, pero ¿qué? En cuanto veo que estoy sola, que no hay nadie que desconfíe de mí en cuanto me levanto y me dirijo al baño, lo hago. Aunque me haya comido cuatro guisantes.
Pero esos son días muy esporádicos: por lo general voy comiendo bastante bien, cada vez consigo servirme raciones más grandes (menos pequeñas) y comérmelo todo. Incluso he empezado a introducir alimentos "prohibidos" en mi dieta. ¡Qué explosión de sabores en el paladar! Es extraño experimentar el recuerdo de un sabor olvidado en lo más hondo del cerebro como si fuese la primera vez que se prueba. El otro día comí spaghetti a la carbonara (OH, BÊTISE!). La verdad es que comí cuatro fideos con champiñones y bacon (otro de la lista negra) pero... me sentí como un niño con su primer helado.
Lo mejor de todo es que estoy más sana que nunca. Los últimos análisis dicen que no tengo falta de nada, es más, ni siquiera estoy en los mínimos. Eso se debe a las grandes cantidades de fruta (también verduras y legumbres) que me meto, y no me refiero a atracones, sino a que por fin cumplo con lo que aconsejan (lo de 5 piezas de futa diarias, etc). Nunca nunca paso hambre: en cuanto las tripas piden sustento le proporciono una rica manzana, sea la hora que sea. Por supuesto, se callan hasta la cena. Mucho mejor esto que escucharlas continuamente y aguantar su murmullo hasta no poder más y meterme un atracón...
Aún así he tenido unas semanas bastante malas ahí atrás. A veces no podía comer. Simplemente eso, no podía. Las judías me miraban desde el plato y yo las pinchaba con el tenedor, pero después mi sistema nervioso se saturaba: la mano no conseguía llevar el cubierto a la boca. Acto seguido llegaban las ganas de tirar el plato contra la pared. Nunca lo hice. En lugar de eso salía corriendo a la calle, a llorar como una descosida y a calmarme con tabaco. Esto no pasó muchas veces, aunque las suficientes como para que me planteara mandarlo todo a la mierda y continuar con mi autodestrucción.
Pero llegó el calor y mis ánimos ascendieron a la vez que la temperatura. ¡No recordaba qué era esto de NO tener frío! Aunque, siendo sincera, me da vergüenza que me vean con ropa de verano... No por gorda, no. Todo lo contrario, se me notan los huesos hasta donde no los hay. Curioso que me dé cuenta ahora, cuando llevo así más de un año.
Por cierto, peso 45'7 kilos. Y quiero llegar a los 46. Lo que no sé es si quiero subir más...


Me siento muy querida cuando llego aquí. Muchas gracias por vuestra preocupación, y perdón por no dar ninguna explicación hasta hoy.

No tengo mucho tiempo, pero mañana pasaré por todos los blogs que pueda