viernes, 30 de julio de 2010

GET OUT






Estaba tan nerviosa antes de entrar junto al endocrino que me sentí como cuando me empolvaba la nariz repetidas veces hasta el amanecer. Pero había comido TANTO TANTO durante la semana que nada podía ir mal. De hecho, subida a la báscula, mareada y casi sin tenerme en pie, me llevé una gran desilusión cuando lo que debía haber sentido es alivio, y si acaso también alegría. 45 kilos. Redondos.
Sí, luego te consuelas con datos como: al día siguiente te vino la regla (es cierto, cuando tenemos la regla pesamos más). Pero el caso es que ver el número 43 en una báscula es, o fue, un sueño para cualquiera de nosotras.
Vale, lo que siempre dije: 45 kilos y mantenerme. Ellos (endocrino y psicólogo) dicen que debo engordar más, pero no estoy preparada. Voy a comer lo que quiera, y voy a pesar 45 kilos, hasta que, como dice P, se vayan todos los fantasmas que están asentados en mi cabeza. Se irán. Voy a empezar a desahuciarlos.

Y, reporte de julio: mejor que bien.
Alcohol. Cenas con amigos al aire libre. Lecturas en la playa. Terrazas tarde-noche. Besos en la esquina de un bar. Viajes en coche con las ventanillas abiertas. Festivales. Reencuentros con gente que sólo ves de año en año. Qué coño, estoy jodida, tengo insomnio (remediado por somníferos o por alcohol) y ansiedad (ya me han dado ansiolíticos para ello), pero lo de encerrarme en casa y lamentarme entre atracones ya no es lo mío.
¡Sólo falta un poco de sexo!

Disfrutadlo, en serio, hay demasiadas cosas buenas como para perdérselas en casa sólo porque no queramos que los demás vean un poco de grasa sobrante por encima del bikini. A nadie le importa. A nadie. Y es de estúpidos pensarlo. Sí, somos unas estúpidas, y yo no quiero serlo más.

viernes, 23 de julio de 2010

Viajero




De repente, un pensamiento sublime me poseyó. Si la distancia es infinita, yo soy inmortal. Debo intentarlo. Comencé el descenso, fatigosamente, fatigosamente a través de miles de kilos leguas y miles de años.

El comedor de hachís, Fitz Hugh Ludlow


sábado, 17 de julio de 2010

Sommerferien


Me parece imposible haber podido dormir sin beber ni una gota de alcohol ni recurrir a los somníferos. Y qué reconfortante. Despertarte de resaca, con la boca seca y con dolor de cabeza no es lo ideal, y mucho menos despertarte después de haber dormido gracias a una pastilla, porque tienes la sensación de que te han dado una paliza.

Estuve saliendo desde el día 2 de este mes y sólo descansé tres días: el 6, el 13 y el 14. Los primeros aquí, de los que no hay mucho que destacar. Los otros de vacaciones en Baleares. De ese viaje puedo quedarme con un par de cosas: mi amor de verano de dos días, un chico estupendo de Hamburgo; y las discusiones con las dos amigas con las que fui, más la evidente determinación de no repetir un viaje con ellas.
Allá conocí a un montón de gente, en su gran mayoría alemanes. Tengo la sensación de haber estado en Alemania, todo estaba escrito en alemán, todos se dirigían a ti en alemán y tenías que explicarles que eras española. Socialicé como nunca, y sin ningún problema porque se me da bastante bien el inglés (y yo no lo sabía). El día que conocimos al grupito donde estaba Vincent fue el mejor día en mucho tiempo. Estando con ellos, y especialmente con él, no recordé ni por un segundo a mi ex. Fueron dos días perfectos, y él me parecía perfecto. Tanto en las discotecas, como en la playa, como en la habitación del hotel.
Pero mis amigas lo único que querían era ir a macrodiscotecas tipo Pachá que son carísimas y que odio. Entiendo que les guste, y de hecho salimos dos días así (a Pachá no fuimos), me adapté a sus gustos, pero ¿no podrían ellas adaptarse a los míos otro par de días? Lo hizo una (y se lo pasó genial) pero la otra se quedó en el hotel durmiendo.Todo tiene que ir según sus planes y según lo que le apetezca en el momento. De ahí las discusiones, porque no estoy dispuesta a pasar todas esas cosas por alto. Antes lo hacía, pero ya soy lo suficientemente mayorcita como para que me toreen como lo hicieron, o como trataron de hacerlo.
Lo peor eran las comidas: teníamos bufé libre y yo siempre cogía ensalada, pescado, pollo... lo típico, cosas sin grasa. Una de ellas no me decía nada, pero la otra, acostumbrada a comer mierda (siempre siempre hamburguesas, pizza, pasta, patatas fritas con ketchup...) no hacía más que repetirme que estoy delgadísima y que tenía que comer cosas con grasa. Como soy una estúpida y no me gusta discutir opté por la vía fácil: comer para evitar esos comentarios y después ir a vomitar. No lo hice todos los días, pero sí la mayoría. Por supuesto, se acabaron dando cuenta. Me alegro, y ojalá lo hubieran sabido antes. Ya todos mis amigos (o la inmensa mayoría) saben que estoy enferma y es de agradecer que ya no hagan comentarios sobre mi aspecto o sobre lo que como.

En conclusión y a pesar de las cosas malas, fue un viaje para recordar.

Hoy me veía tan sumamente delgada que fui a pesarme a una farmacia: 43'7. Estoy asustada. Nunca había bajado de 44 y quiero volver a pesar al menos 45. Cuando dentro de dos semanas me pesen corro el peligro de ser ingresada. Había conseguido llegar a los 47 y ahora peso cuatro kilos menos. No sé qué hacer. Lo intento con todas mis fuerzas pero soy incapaz de engordar, y lo que es peor, he dejado de mantenerme y sigo bajando. Y muy hondo sonrío y me felicito por haber conseguido llegar tan lejos.

Espero que estéis disfrutando de vuestras vacaciones.


miércoles, 7 de julio de 2010

A bout de souffle...









Todos los días son iguales, exactamente idénticos. Nada cambia. La vida se funde en una simple sucesión de comidas, que no tarda en convertirse en un modus vivendi.


Quizás el verano sea una buena época para cambiar esta concepción de vida. Es agotador desayunar, esperar a que llegue la hora de comer, comer, esperar a que llegue la hora de cenar, cenar. Y pasarte todo el día pensando en qué vas a comer, qué vas a cenar y qué desayunarás mañana. Y peor aún es pensar qué vas a comer en el atracón del día, a qué hora lo harás y qué harás mientras te lo dés.
Estos días he estado tan ocupada (dormir-playa-salir en mañana-tarde-noche) que no ha habido tiempo para atracones. De todas formas le he dado tanto alcohol al cuerpo que podría considerarse atracón. Pero sigo tan delgada como siempre; me da vergüenza ir a la playa pero he de admitir que siento algún orgullo cuando me dirijo al agua y sé que en la toalla todos se quedan hablando de mi delgadez. Además, la mayor parte de mis amigos conoce mi problema y es mucho más cómodo que por eso no me repitan lo mucho que he adelgazado y lo bien que me sentarían cuatro kilos más.
Y aún así mis piernas, mi cadera y mi culo siguen siendo un problema. Joder, no sé cuánto tiempo tendré que esperar a la cordura.

Hoy me voy de viaje. En unas horas sale el avión. ¡Estoy nerviosa!

viernes, 2 de julio de 2010

Drown you in alcohol, lady
















Este mes me compré más ropa que en los últimos dos años. Esta mañana la extendí toda en la cama y me la fui probando... la verdad es que verme con ropa nueva me gusta, siempre pienso "coño, qué buena estoy".
Este ataque de consumismo viene propiciado por haber recibido dinero fruto de mi trabajo como friegaplatos de feria, y de parte de mi familia (mañana es mi cumpleaños). Dejando a parte que mi novio me dejó (qué triste, pero ir de compras es un antidepresivo), también hay que tener en cuenta que el verano aumenta el deseo de estrenar y presumir y a veces hasta competir. Y además, me voy con dos amigas una semana de vacaciones. El asunto es playa, comer poco y beber mucho.
Llevo muchos días con atracones y quiero olvidarme de ellos por completo. A veces pienso que los necesito pero tendré que pasarme el día fuera de casa, con gente, y así demostrarme a mí misma que puedo vivir sin comer ese tipo de cosas que selecciono concienciudamente para estas monstruosas ingestas (y la monstruosa purga que viene en el pac).
Y es que, últimamente, me he vuelto más golosa que nunca, y me cuesta muchísimo negarme ante la tentativa de comer. Sé que estoy delgada (44'2) y no quiero adelgazar más (mentira, sé que no debo, pero quiero), pero no puedo ponerme a comer así, aún no. Quiero comer fruta y ensaladas, y pescado a la plancha, y judías cocidas, y leche desnatada... Pero siempre acabo comiendo otro tipo de cosas que mi estómago, o más bien mi cabeza, no es capaz de digerir.

Y nada, ahora, juerga. Es posible que tarde mucho en volver. Este verano va a ser memorable.