

Me parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que entré aquí. No tengo tiempo porque tengo un montón de trabajos y examenes, ¡menudo mes me espera!
Las cosas no van muy bien. He engorado, a mí me parece que un montón, y me niego a pesarme, no puedo hacerlo. Mi tía me dijo ayer que estaba muy guapa, que hace mes y medio estaba demasiado delgada, pero ahora estaba muy bien. Vale, eso para mí no es un piropo, es un OBESA a gritos. Sé que no debo pensar esto, pero no puedo evitar verme gorda. No creo que suba de los 50 pero para mí es como si fueran muchos más.
Cómo envidio a mis amigas cuando comentan bromeando que han engordado unos kilos y que tienen que medirse un poco más. Y a mí me pasa eso y, siendo con diferencia la más delgada, echo el grito al cielo y CATÁSTROFE, no puedo seguir comiendo así.
Me parece penoso, y hasta me da vergüenza admitirlo, pero sé que no soy la única que llora cuando, al vestirse por las mañanas, ve que el pantalón ya no le cae, y que ya no es necesario sujetarlo con un cinturón.
Ayer me hice los análisis y para la semana voy al médico para que los vea y me pese. Así que, por ahora, se acabó todo. Por lo menos hasta que acabe el verano. Ya puedo dejar de comer. En realidad no sé qué hacer, pero me doy cuenta de algo: cuando estoy feliz, es cuando estoy delgada; cuando engordo soy pesimista y toda nimiedad me afecta. No quiero llorar por cualquier cosa y pasarme días sin salir de la habitación, como este invierno. ¿La solución? Los 45 kilos que pesaba antes.
Un beso, intentaré visitaros a todas.