











Eres una actriz. Las cosas no van bien, de hecho van muy mal. Estabas leyendo un libro sobre anorexia y bulimia y de repente te das cuenta de que algo de eso te pasa a ti. Sí, porque tú haces muchas de esas cosas. Porque hablas con tus padres mientras cenáis en la cocina del piso en el que vivís temporalmente y “todo marcha bien”. Incluso comentas lo bien que sabe la comida. Pero después anuncias que te vas a duchar, y mientras el agua corre, porque hay que esperar a que esté caliente, vomitas la maravillosa cena que os preparó tu madre. Y al día siguiente es sábado y no hay clase. No desayunas, viertes la leche en el fregadero. Mientras tu madre pasa la aspiradora tú te encierras en el baño y metes coca. Es primavera del 2004 y tienes 14 años.
No recuerdo cómo empezó todo. Supongo que la culpa la tuvo la pubertad y todos los cambios físicos y psíquicos que trae consigo. La culpa la tuvo mi madre por darme sus genes y con ellos la cintura fina, el vientre plano, la cadera ancha y los muslos robustos. La culpa la tuve yo por no pedir ayuda cuando estaba a tiempo, todo habría sido mucho más fácil. La culpa la tuvieron todos los que me rodeaban porque no supieron ver que tenía un problema. La culpa la tuvieron mis malas compañías. La culpa la tuvieron los medios y sus mensajes subliminales DELGADEZ=ÉXITO.
Aunque nunca es tarde para hacer que todo vaya bien. Hoy no hace frío ni llueve. Es un día pre-primaveral, de esos con cielo azul y nuves blancas. Y me siento bien. A pesar de que tengo faringitis (¿culpa del frío, la lluvia o de mis dedos?) estoy bastante animada y activa. Al fin y al cabo lo tengo todo: soy joven, inteligente y guapa (¡viva la modestia! pero así me siento).
