




















Me siento gorda.Gorda.No sé por qué me siento gorda. Hoy tuve que vomitar aquel plato de acelgas cocidas.
Acelgas.
30 calorías.Mierda. ¿Lo hago bien? Cuando tenía las cosas claras era más fácil. Pesaba 54 kilos y quería adelgazar 10. Adelgazaba. Todo bien. Cada vez me iba sintiendo peor. Llegar a mi meta fue abrazar la depresión, el insomnio, la asexualidad, la irritabilidad, la ansiedad y la desnutrición. Decidir curarme fue una luz. Decírselo a toda mi gente fue salir del pozo. Pero, ¿ahora toca engordar? No he decidido engordar. Pero tampoco he decidido no hacerlo... No tener las cosas claras me mata. Porque no sé qué hacer. Me siento mal si como poco. Me siento mal si como más (y vomito). Y lo peor de todo es que vuelven a confiar en mí y no me vigilan. ¿No entienden que no se puede confiar en mí? En cuanto puedo, miento. Finjo. Engaño. Creen cuando me ven comer una galleta que estoy mejorando. No, no mejoro tan rápido. Si como una galleta significa que acabará en el retrete. Enseguida. Pero si ellos no lo ven yo no voy a decir nada. No es factible, me resulta imposible. Tendré que hacer ruido cuando vomite, porque yo no voy a decir nada y así no puedo seguir. Tienen que pillarme.
Aparte de ese tema que me come la cabeza, también tengo otros líos sanos en ella. Me hace gracia sentir estas cosas depués de tanto tiempo... Me siento una adolescente.
Ahora estamos en el pueblo de mi abuela (no tengo acceso a internet, hoy es una excepción).
Me gusta un chico.
Me gusta un chico que tiene novia.
Ella es una cría.
Fea.
Y a ese chico siempre le gusté. Nunca le hice caso. Y ahora tiene novia.
Una novia fea.
Yo era la que le gustaba.
Soy una caprichosa.