domingo, 28 de febrero de 2010

Mi pasión, mi deseo, mi verdadero amor.












Nada hay tan cierto y seguro como la rutina. Por mucho que proteste y se queje, a la anoréxica o bulímica no hay nada que le guste más que un mundo en el que todo, absolutamente todo, gira en torno a la comida.

Jamás hay que creer a una enferma que asegura odiar la comida, porque es mentira. Al negársele el alimento, tu cuerpo y tu cerebro empiezan a obsesionarse con él. Se pone en marcha el instinto de supervivencia, ese recordatorio constante de que tenemos que comer, es un instinto que intentas ahogar cada vez con más ahínco, si bien nunca lo consigues. En lugar de comer te pasas la vida pensando en comida. Sueñas con comida y la miras con fijeza, pero no te la comes.

Días perdidos
, Marya Hornbacher

Últimamente, cuando me apetece algo lo huelo. Aspiro el aroma del trozo de comida como si de un ramo de flores se tratara y me quedo unos segundos sobre la porción, sonriendo como una idiota. Después doy media vuelta y me voy, con la sensación poderosa de control sobre mis debilidades que me hizo llegar a este estado. Desde que no puedo purgarme he ido adquiriendo las memeces maniaticas propias de una anoréxica, tales como comer lentísimamente, cortar la comida en cachitos minúsculos (a veces esconder alguno en el bolsillo), beber agua sin parar, ordenar mis trastos, limpiar sobre lo limpio, dar largos paseos aunque esté diluviando, creer que engordaré por tragarme medio gramo de pan...




Vuelvo a decir que quien llegue aquí buscando tips no los encontrará, y mucho menos si me deja un comentario pidiéndomelos.

viernes, 19 de febrero de 2010

Wake up, honey






Engordar y sacar la cabeza del retrete fue el acto más político que he realizado en mi vida.

Abra Fortune Chernik


El gran bajón comienza a tomar posiciones. Empieza como de costumbre, con una ligera náusea en el fondo del estómago y un ataque de pánico irracional. En cuanto noto que se me apoderan las ganas de vomitar, se desplaza sin esfuerzo alguno de lo incómodo hasta lo insoportable. Un dolor de muelas empieza a extenderse desde los dientes hasta las mandíbulas y las cuencas de los ojos, y atraviesa mis huesos con un palpitar miserable, implacable y debilitante. Los viejos sudores acuden puntualmente, y no olvidemos los escalofríos, cubriéndome la espalda como una fina capa de escarcha otoñal sobre el techo de un coche. Es el momento de actuar.

Trainspotting, Irvine Welsh



Llevo dos semanas sin saltarme ninguna comida y sin vomitar. Siento que al fin estoy caminando hacia algún sitio. Aún no he engordado nada, pero al menos sé que es necesario para mi recuperación, aunque por ahora lo importante es normalizar mi relación con la comida. Cumplo unos horarios extrictos y no como nada entre horas. Me sirvo lo que quiero, pero siempre superando un mínimo. Nadie me agobia, pero sigo sintiéndome muy incomprendida. Creo que empieza una nueva etapa en mi vida, muy dulce y tranquila, fuera del caos en el que he estado sumergida la mitad de mi vida, un cóctel de cero calorías hecho con drogas, alcohol y pensamientos encontrados.

Ojalá podáis hacer lo mismo.

sábado, 13 de febrero de 2010

El secreto a voces






Ya está. Por fín las cosas se han hablado con sinceridad. Por fín ya no hay secretos, nada que esconder, razones para finjir. Mis padres ya lo saben. Tengo un trastorno alimenticio, y me lo están tratando, como raciones minúsculas y a veces vomito. Todo ha ido perfecto, mejor de lo que me esperaba. Me he quitado un peso de encima y me siento muy feliz y tranquila.

Martes.
Cuando llegué al piso vi que alguien había entrado en mi habitación y había removido mis cosas. Mis tés e infusiones no estaban dispuestos de esa manera antes, y la caja del jarabe estaba abierta. Cuando me fui para el salón U evitaba hablarme. Pensé que quizás había encontrado mi "libreta-diario", donde escribo sobre mis emociones, positivas y negativas, mis lloros y alegrías, la vida, el dolor y el suicidio. ¿Cree que pienso en matarme?

Miércoles.
Me equivocaba, nadie leyó mi libreta.
U está de pie, frente a mí, a mi lado T y a continuación D. Mis tres compañeras de piso. Quieren darme un ultimatum. No puedo seguir así.
- Pesas 40 kilos. ¿No te das cuenta? Antes eras guapísima.
- No sé de dónde sacaste eso, peso 45.
...
- Como si te tengo que hacer una comida especial cada día, tú no vuelves a vomitar. Y si hace falta, les quitamos los cerrojos a las puertas.
- U, no exageres- dice D.
- Vale, cada vez que vaya al baño dejo la puerta abierta- propongo.
...
- Qué diferencia de la Ana de hace dos años a la Ana de ahora. Siempre encerrada en tu cuarto, triste, con esa cara pálida y las ojeras...- recuerda T. Sinceramente, la adoro.
No puedo soportarlo y lloro.
- Y tus padres van a saberlo- U ejerce el papel de dura, pero es la que está más preocupada por mí-. Si no se lo dices tú, se lo diré yo.

Jueves.
Como poco, con ellas, pero no vomito. Hablamos durante rato en la sobremesa. Viene X (mi novio) y se toma un té. Me siento querida. Lo hacen por mi bien.

Viernes.
- ¿Te apetece que asemos unos chorizos y que friamos unos huevos?
- No, mamá. Tenemos que hablar.
Le explico todo. Y después a mi padre. Me entienden. No pasa nada. "¿Por qué no nos lo dijiste antes?", "No quería haceros daño." Ellos cenan calamares, chorizo y sardinas; yo aguacate, huevo cocido y queso. Hemos hecho un trato. Lo más importante es que no vomite, así que comeré cosas sanas y la cantidad que quiera. Lo que no puedo hacer tampoco es saltarme alguna comida.

Siento que esto será positivo. Me siento muy unida a mis padres, a mis amigas y a mi novio, más que nunca. Vuelvo a tener esperanza.
Lo único malo de este episodio es que, para vencer la ansiedad, fumo como una carretilla.

sábado, 6 de febrero de 2010

Recto, no hay pérdida










Por fin voy dando pasos sobre suelo firme.
Por fin veo que avanzo en este largo camino.
La gran bola parece que empieza a deshacerse de algunas partículas, que se desprenden para no volver jamás.
La relación que tengo con la comida sigue siendo inadecuada, pero aún así he normalizado la comida del mediodía. Algo es algo. Los resultados no son visibles, pues sigo sin engordar. Es curioso ver como cuando quieres adelgazar cuesta, pero cuando decides dejar de hacerlo, curarte, volver a estar sana, cuesta aún más. Algo que antes nos sería del todo fácil.
Mi psiquiatra cree que lo más importante, lo que hay que erradicar es la depresión, que está camuflada por el antidepresivo y por el problema alimenticio. Sin embargo, mi psicólogo cree que la depresión es consecuencia del trastorno de alimentación y de todo lo que eso conlleva, como el bajo peso.
Yo no sé que pensar. Sólo sé que estoy harta de llorar por nada, de sentirme hecha pedazos, de no comer o vomitar, de sentirme inferior a todos, cuando no lo soy.

También es realmente sorpredente cómo podemos distorsionar nuestra propia realidad. En la consulta del psicólogo entró otra chica antes que yo. Después, cuando ya estaba yo dentro hablando con él, me preguntó:
- ¿Te fijaste en la chica que entró antes que tú?
- Sí.
- ¿Te pareció gorda, delgada...?
- Delgada, muy delgada.
- ¿Más que tú?
- Sí.
- Le pregunté lo mismo a ella y me respondió exactamente eso. Pero al revés.
Para ella yo estoy más delgada, para mí es ella la que lo está.
- Y las dos estáis en bajo peso, más o menos igual.


Por cierto, algunos me lo preguntaron, el texto en cursiva del otro día lo escribí yo, no fue sacado de ningún lado (no era de Kate Moss). Siempre pongo el autor de cualquier fragmento que no sea mío.

Un beso enorme, mis musas.