
Me siento muy rara últimamente.
No es por comer poco: debilidad, mareos, vista nublada, cansancio, insomnio, frío...
Es más que eso. Pienso que aún estoy a tiempo de salir de esto pero lo más adentro de mí no quiere. Se niega. Quiere seguir. Quiere pesar menos. Quiere que pueda contar todos los huesos de mi cuerpo, sin ninguna excepción.
He adelgazado. Lo sé. No tiene que decírmelo una báscula, aunque sí me gustaría saber cuánto peso. La ropa lleva anunciando esta pérdida de peso hace semanas. Pero ahora hasta yo lo noto mirándome. Siempre he odiado mis piernas (mi familia es de cadera ancha y muslos generosos) y ahora ya no me parecen tan feas. Pero de cintura para arriba siempre fui delgada, nunca tuve ningún tipo de complejo por mi barriga o mis brazos. Y ahora la clavícula vuelve a sobresalir demasiado. Las costillas se dejan ver como no se habían dejado ver en mucho tiempo. La columna amenaza con romperme la piel en cuanto estiro los brazos hacia adelante.
Y sin embargo de cintura para abajo estoy bien, más que menos, ese es el problema: mi cuerpo nunca estará acorde, si estoy bien de cintura para arriba, estoy gorda de cintura para abajo; si estoy bien de cintura para abajo, estoy demasiado delgada arriba.
Yo no estoy gorda. Sé que es raro que alguien que tiene este problema no se vea gorda ante el espejo. Pero yo sé que no estoy gorda. Mi peso y mi altura me lo dicen. La talla de mis pantalones también. La gente. Pero hasta yo lo sé. Entonces, ¿por qué sigo sin comer? ¿Por qué siento tremendo placer cuando siento hambre? ¿Por qué me siento culpable cuando paso de mi tope de 500 calorías diarias?
¿Soy estúpida? ¿Quiero llamar la atención? No. Me aterra la gordura. Me aterra engordar. Me aterra pensar en qué se convertirá ese donuts cuando me lo coma. A dónde irá a parar.
Y quiero ser diminuta. Un palillo, un esqueleto, una pluma, una mariposa.
El otro día le explicaba a mi novio lo difícil que es ayudar a una anoréxica. No voy a escribir todo lo que le dije, pero sí recordé algo: cuando me acercaba peligrosamente a los 40kg todos me decían que estaba en los huesos, esquelética, enfermizamente delgada. A mí esas palabras me hacían feliz. Me estaban diciendo lo fea que estaba. Y yo era feliz.
Y ahora, ¿qué quiero?
Quiero quedarme así, como ahora, y poder disfrutar de una pizza sin remordimientos. Quiero que sean otros asuntos los que ocupen mi mente, y no la comida.
pero
Quiero pesar 42. O 41. O incluso 40. Quiero dejar de comer. Quiero que vuelvan a decirme lo fea que estoy en mi extrema delgadez. Quiero tener los brazos tan finos y huesudos como las patas de una gallina.
Bipolaridad. En todos los sentidos.
Estoy bien de ánimos, aunque haya sido un tanto negativa. Pero esto es fruto de las vueltas que le doy a la cabeza, y si puedo hacerlo es que estoy bien. No me siento mal hoy. Sólo estoy pensativa. Besos a quienes me hayan leído y gracias por vuestro tiempo y por vuestras alentadoras palabras.