viernes, 20 de febrero de 2009

Cuesta caminar...


Ya ha pasado una semana desde la última vez que escribí...
He acabado los examenes al fin (además creo que tendré buenos resultados) y ahora me dedico a la buena vida: no hago nada. Paseos al sol (sí, por fin salió el sol), lecturas de best-sellers que en realidad no son buena literatura (ya estoy harta de leer sólo libros de la Edad Media), y películas en el portátil.
Salí un día y me emborraché tanto como hacía tiempo que no me emborrachaba... después vienen los malestares, que no es sólo resaca, si no arrepentimiento. Odio beber hasta perder la conciencia, ojalá nunca rebasara la línea de la felicidad, el puntillo, la tontería, las ganas de reir y de bailar pero sin perder el equilibrio y sin hablar sin sentido... Aún así, aunque me sintiera muy mal los siguientes días, mis amigas me dijeron que no habia(mos) hecho nada fuera de lo normal, que no había(mos) dado la nota en ningún momento. Pero es normal que me afectara tanto el alcohol pues hacía un mes que no probaba ni gota (ni siquiera de cerveza) y con lo poco que como últimamente...
Y sobre el tema de la comida... Esta semana no seguí tan estrictamente mi reducción de calorías y me di bastantes caprichos. Pensé que había engordado, pues, aunque hice ejercicio, comí más, bastante más. Pero sigo pesando 48kg. Los gramos me dan igual porque un poco más un poco menos... Esta mañana marcaba 48'3. No entiendo... Pero después de esta semana de "descanso" calórico volveré a lo de antes y seguiré bajando. Pero si he de ser sincera, ya no me preocupa tanto bajar rápidamente. Me da igual que me lleve su tiempo... Además, puede que pare en 45 porque 42 quizás sea demasiado poco... no? Pero sólo espero verme bien y no querer seguir bajando...
Y de ánimos... puedo decir que bien, aunque ayer me dio un ataque de llanto por una tontería, que tampoco duró demasiado...
Lo que no tengo es ganas de escribir... Sólo quiero descansar. Porque cuesta caminar así... Y cuesta saber que ya no hay vuelta atrás...
Un beso enorme para todas!!

viernes, 13 de febrero de 2009


- Tienes una espalda esquelética y se te notan demasiado todos los huesos, las costillas, la columna... No quería decírtelo pero es así, estás demasiado delgada. Me gustaría que engordaras unos kilos. No. Me gustaría que a ti no te importara engordar unos kilos.

A mí también. Créeme, a mí también.
Pero odio mis piernas: mis muslos. Mi cadera. No estoy tan delgada. Y no me vengan con que es cuestión de contitución... Lo sé. Lo sé todo. También sé que estoy enferma. Le prometí que iría a ver a un psicólogo. Puede que lo haga. Porque sé que no aguantaré mucho más.

Ayer me pesé y hoy medí algunas partes de mi cuerpo:
Peso:
48 kg aproximadamente (la báscula no va muy bien). Ya noto como adelgazo más despacio.
Medidas:
Pecho: 88cm
Cintura: 58cm
Cadera: 90cm
(Casi las medidas perfectas... sí, para alguien que mida 10 centímetros más que yo)
Muslo: 46cm
Brazo: 22 cm

Yo no sé qué pensar. Tampoco sé por qué anoto esto aquí. Nunca había hecho más que pesarme. Quizás vuelva a medirme después de un tiempo.
Ahora me voy a concentrar tan sólo en ver una peli y comer pipas. Sí, me da igual, mi mente necesita despreocuparse por unas dos horas.

Gracias por vuestros comentarios, sabéis cómo levantar el ánimo.

domingo, 8 de febrero de 2009

Mi mentira, mi farsa: mi vida, una entre tantas.



Día gris.

Acurrucada junto al radiador, intentando dejar de sentir tanto frío. Cuando entra alguien en mi habitación exclama:
- ¡Joder! ¡Qué calor hace aquí!
Sólo espero que este frío se vaya con el invierno.
En la mesilla dos botellitas de medio litro llenas de agua, para vaciarse en poco tiempo. Ir hasta la cocina para rellenarlas es un suplicio. Pero todavía no son las 7. Todavía no siento ansiedad.
En la cama, a mi lado, un libro. Lo abro de vez en cuando. Lo cierro. Ya he decidido que voy a suspender el examen de mañana.
Un cenicero. Ya he dejado de fumar. A veces me fumos dos cigarrillos al día. A veces ninguno.
Por las paredes hay fotos. 82. Todas son mentira. Estoy yo, mis amigos, mi familia, mi novio. Puedo rescatar alguna, pero la mayoría no están en el lugar que les pertenece. Son mentiras.
En el armario, mi ropa. Mucha ropa. Sólo pongo una cuarta parte de esta.

Y yo, una patética imágen encorvada para darse calor con su cuerpo encima de la cama, con la barbilla sobre la rodilla, escribiendo lo que observo a mi alrededor.

Suelen decirme que parezco una niña. Nadie se cree a la primera que tengo 19 años (cada vez falta menos para los 20). Tienes una carita... Eres así delgadita... Pareces una niña.
Un sábado noche, o, más bien, una mañana de domingo, me dijo un chico (un idiota):
- ¿Y tú qué haces aquí? ¿No deberías estar en casa?
Mi prima de 13 años y yo parecemos hermanas de la misma edad (no somos tan parecidas como para que nos tomen por gemelas). Me piden el carnet para comprar alcohol o tabaco (cuando llevo haciéndolo desde los trece). Cuando voy con mi madre y nos encontramos a alguien que hace años que no ve le dicen: "¿Y esta es la pequeña? ¡Qué mayor! ¡Ya estarás en el instituto!"

Pero estoy tan podrida por dentro como si tuviera 70 años. Quemada. Aburrida. Me aburre la gente de mi edad hablando de vanalidades. Su felicidad. Sus ganas de vivir, propias de la juventud. Por eso no aguanto media hora con gente, a no ser que esté bebiendo (entiéndase, bebiendo alcohol). Suelen decir que soy una chica divertidísima, alegre, imposible aburrirse conmigo, una fiestas... Pero no me conocen. Sólo estaba borracha. No era yo.

A veces me acerco a una relativa felicidad que sólo consigo haciéndome daño. Soy muy diferente a la mayoría. Pero no soy especial. Me gusta ver a mi familia. Me gusta estar con mi novio. No soy anormal. Pero me gusta encerrarme horas en mi habitacion y consumirme. Me gusta la extrema delgadez. Tampoco soy normal.

Soy una hipócrita conmigo misma. Me invento una nueva personalidad con un montón de gente a mi alrededor. Y a veces me lo creo.

miércoles, 4 de febrero de 2009


He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

Jorge Luis Borges


Uno de los poemas más bellos que he leído, y a la vez más pesimista, con la idea de la negatividad presente en cada momento, como si no hubiese esperanza de futuro. No voy a hacer un análisis filológico del poema (¡ya estoy harta de eso!); pero veo en él una semejanza bastante evidente con lo que puedo estar sinteindo yo, o cualquiera de vosotras... Se está sugiriendo que alguien que no ha sido feliz no ha tenido una existencia auténtica. Ahí está lo más importante de la vida, y los caminos que queramos tomar para llegar a ser felices nadie nos los puede prohibir, ni críticar, ni censurar. Si yo he decidido dejar de comer, déjenme hacerlo. Si yo sólo soy feliz después de horas de ayuno, déjenme ayunar. Si me siento vacía cuando tengo el estómago lleno, déjenme vaciarlo. Si creen que estoy loca, déjenme en paz.

Así es. Déjenme vivir. Déjenme ser feliz, a mi manera.

lunes, 2 de febrero de 2009

Divagaciones de una cabeza extraviada

Qué días. Qué incertidumbre. Qué indiferencia por todo y ante todo, por todos y ante todos. Soledad. Mi temor eterno es ese: la soledad, miedo a quedarme sola. Y sin embargo últimamente no salgo de la habitación. Veo películas, leo, estudio (mucho menos de lo que debiera), bebo agua, mi eterna y saludable agua. ¡Cuando llego a la media hora sin beber no puedo más! ¡Necesito un trago ya! Soy una beoda del agua mineral. Me bebo unos 4 o 5 litros diarios. Ya sé que no es necesario beber tanto, pero el agua es mi sustento. Puedo pasarme horas sin comer (la última vez fueron 24) pero, ¿sin beber? Ni pensar. ¡Qué locura! Qué difícil es nuestra mente, ¿la entenderemos algún día? Se supone que pensamos con la cabeza, ahí está lo que somos, ¿no? No. Nuestra cabeza sigue otro camino muy diferente al que a nosotros nos gustaría que siguiese. No sé por qué o por quién se guía, pero ella va a su bola. A veces la perdemos de vista. Entonces nuestra cabeza se ha separado de nosotros y ya no nos pertenece. A veces vuelve y se acerca. Pero acaba yéndose de nuevo. La gente llama a esto perder la cabeza, estar volviéndose loco. Pero quien se pierde es uno mismo. Y la cabeza actúa por su cuenta. Se siente mal y nos lo transmite, aunque nosotros no nos sintamos mal, hasta que acaba convenciéndonos del desastre que somos, de la mierda de vida que llevamos y de qué maravilloso sería no ser como somos. Cuando perdemos la cabeza, o, más bien, cuando nos perdemos de nuestra cabeza, podemos llegar a ser dos personas diferentes. La cabeza puede llegar, además, por si era poco, a dañar nuestro cuerpo. Podemos estar más sanos que una rosa (no sé si esta comparación existe) pero si a nuestra cabeza se le da por ahí, enfermaremos: nos saldrá un sarpullido en la piel, se nos caerá el pelo, tendremos síntomas de embarazo sin estar embarazadas, o nos dolerá el cráneo terriblemente. Mi mayor deseo es que mi cabeza deje de viajar tanto y se pose sobre mi cuello por fin, de una vez.
Divagaciones de una cabeza extraviada.

Gracias por vuestro apoyo. Quería dedicarle unas palabras a K. ya que no tiene blog, o yo no puedo verlo y no puedo escribirle. Me alegró mucho tu comentario. Me alegró mucho que te guste pasarte por aquí, al menos, aunque no pueda ayudarte, sé que me entiendes y sé que te entiendo. La verdad es que me gusta poder escribir por fin mis sentimientos, sin tapujos, y que la gente me entienda. Entendernos… no nos entendemos ni a nosotras mismas, por eso nos entendemos entre nosotras, qué paradoja, ¿verdad?
Un beso a todas!

Si os gusta perder el tiempo podéis buscar la cabeza entre los granos de café de la foto.

domingo, 1 de febrero de 2009

¿Qué soy? ¿Quién soy?

He encontrado un estracto de una especie de "diario" que empecé a escribir hace poco menos de un año. Sabía que lo tenía (lo escribí en el orenador) pero no recordaba exactamente lo que escribía. Sí sabía que eran palabras bastante duras, pero recuerdo aquella época con un poco de confusión: tomaba ansiolíticos que me recetaron despues de varios ataques de ansiedad, me daban ataques histéricos y no podía dejar de llorar, gritar y tirar cosas, me emborrachaba casi todos los días... Un auténtico desastre. Recuerdo que en aquella época me aterrorizaba con locura morirme. Y no sé por qué creía que en cualquier momento me iba a morir. Estaba segura de ello. Ahora, aunque me culpo por esto infinitamente, siento que no me importaría morir, pero que la vida ya no es tan insoportable como lo era hace un año.


Este es el texto que empecé a escribir con una profunda tristeza y que acabé al borde de un ataque de nervios:



Santiago; 25/06/08; 16:43
Por los suelos. Yo creía que todo iba mucho mejor pero no. Esta fue una de las peores noches que pasé. Estuve hasta las 3 sin hacer nada, ni estudié, ni hice nada de provecho, pero pensaba levantarme hoy temprano. X me empezó a dar toques a esa hora y pensé que me quería decir que me conectara, pero ya lo estaba. Lo llamé y me dijo que venía a dormir a mi piso. No sé como degeneró la cosa pero me puse muy nerviosa y discutimos. No quiero que venga a las 3:30 de la mañana y que se acueste a mi lado a dormir, eso no es “estar conmigo”. No quiero que se sienta obligado a llamarme (palabras literales) como el lunes. (...) Dios mío, no puedo dejar de llorar, y escribiendo esto todavía es peor porque quiero contarlo todo y no soy capaz. Lo que pasa es que él hace lo que quiere y cuando se aburre me llama, o cuando siente que ya va siendo hora de llamarme no vaya a ser que me enfade, cuando se siente obligado. Yo lo acompaño a todos lados, me llama y me dice que vaya para su casa y allí estoy en menos de media hora, pero él nunca puede hacer nada por mí, nada que se salga de sus planes. Y es que a partir de este fin de semana ya no nos vamos a ver más en todo el verano, según él, porque no creo que esté todos los días trabajando, también fines de semana, pero si dijo eso, será que aunque esté no quiere verme. Entonces no entiendo por qué no puede hacer ese “esfuerzo” y estar un poquito más conmigo, dejar de salir tanto, que no es que me parezca mal, pero sale todos los días, y cuando no salía lo que le gustaba era estar en su casa solo. Y dice que se siente obligado. Y ya me dio un ataque de ansiedad y no dormí nada hasta las 6 de la mañana y no estudié nada y ahora no soy capaz de concentrarme y me estoy poniendo nerviosa otra vez y estoy viendo que me va a dar otro, y estoy harta de drogarme, y no entiendo por qué me tiene que pasar esto. Y no sé si puedo encontrar una solución, mi única solución es X, pero él ya no está conmigo, se hartó, y lo veo más o menos normal. Tengo ganas de tirar y romper cosas, no puedo dejar de llorar y no veo ni lo que escribo. A veces me dan ganas de que me pase algo realmente serio para tener razones para estar así, y para dejar de ser la última mona en todo. No sé por qué carajo tuve que ponerme a escribir porque ya estoy mucho peor de lo que estaba.



Hoy, siete meses después, he leído esto y me he puesto a llorar. A veces pienso en lo terrible de mi vida, mi vida dentro de mí, mi vida en mi cabeza; pero si miro atrás y recuerdo esa época me doy cuenta de que todo ha mejorado bastante. Así que podrá seguir mejorando, ¿no?



Mi anorexia no es anorexia. Estoy triste. Desde que recuerdo. Me busco problemas. Me hago daño. Jugué con fuego y me quemé: con 13 años empecé a vomitar, con 14 a emborracharme, abusaron de mí (sí, con 14 años me robaron mi virginidad, me la robaron porque yo no quería entregarla), con 15 metía cocaína y me escapaba de mi casa, con 16 robaba para costearmela... toqué fondo. 40kg, ebria de tequila cada vez que salía, terror incontrolable a que a algún individuo de sexo masculino me tocase, ambiente horrible en casa, y escondiendo en todas las tapas de mis CDs bolsitas de plástico, llenas, medio llenas, vacías, no importaba...



Y entonces lo conocí. A aquel al que llamé X más arriba. Confié en él, conocí lo que era querer a un hombre, dejé de drogarme, empecé a estudiar en serio y a conversar con mis padres... Él me salvó de la ruina, pero dependo tanto de él que si me deja volveré a arruinarme. Ahora solo soy Ana. Ana, yo y mi enfermedad. Pero no voy a tocar fondo. Lo tengo muy claro.



No sé qué conclusión sacar. No estudio psicología. No sé qué me pasa, no sé qué soy, ni siquiera sé quién soy. Ni me odio ni me quiero. Sólo sé que estoy aquí. Hoy. No sé si estuve ayer ni si estaré mañana.